Las estadísticas confirman que solo entre un 5 y un 10% de los implantes fracasan, pero las complicaciones son cada vez más frecuentes. Detectar a tiempo los problemas, formar al paciente para lograr un buen mantenimiento y tener una formación continua son los grandes retos a los que se enfrentan los profesionales.
Hace tiempo que la implantología llegó para quedarse. Aterrizó en nuestro país a mediados de los años 80 y, aunque durante su primera década de introducción fue una técnica limitada a muy pocos especialistas, lo cierto es que actualmente se trata de una herramienta imprescindible también en las clínicas dentales más generalistas. Las cifras son abrumadoras, pues, tal y como confirma el informe Millenium Report del año 2017, se calcula que en España se colocan unos 800.000 implantes por año, lo que aúpa a nuestro país a los primeros puestos del ranking mundial, superado únicamente por Corea en cuanto al mayor número de implantes por habitante. La generalización de esta técnica es tal que, de hecho, solo en la Comunidad de Madrid existen más de mil clínicas que colocan implantes. «De todas las áreas de la Odontología, la implantología es probablemente la que más ha crecido recientemente. Se estima que en los últimos cinco años, los implantes colocados en España se han multiplicado por tres», asegura el Dr. Eugenio Velasco, presidente de la Sociedad Española de Implantes (SEI). Esas altísimas cifras llevan de la mano la implicación de un dato que comienza a preocupar a los profesionales: el aumento de las tasas de fracaso de los implantes. «España es uno de los países del mundo en el que se emplean más implantes dentales por habitante. Existe mucha demanda por una parte y, por otra, cada vez se buscan tratamientos más rápidos, con menos visitas y más cómodos para el paciente. Sin embargo, como en todo tratamiento, puede haber complicaciones», apunta el Dr. Eduard Valmaseda, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Bucal (SECIB).
Desde que la implantología se convirtió en un tratamiento odontológico ha habido complicaciones, tal y como ocurre en cualquier ámbito de la medicina. «Aún así, el porcentaje de fracasos suele ser muy bajo, pues ronda entre un 5% y un 10%», asegura el Dr. Velasco. Y en esta misma línea se posiciona el Dr. Adrián Guerrero, presidente de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA), quien confirma que «los implantes no deben fallar más hoy que ayer si se siguen los protocolos estudiados y validados por la literatura científica. Los estudios sitúan la supervivencia de los implantes en casos parciales o unitarios a cinco años entre el 96% y el 99%. Si las cifras de supervivencia de nuestras clínicas están por debajo de éstas, debemos reflexionar sobre los procedimientos que realizamos». Y ese es, precisamente, el gran reto al que se enfrenta actualmente la profesión: detectar las causas que provocan el fracaso de un implante para conseguir aprender de ello con el objetivo de prevenir futuros problemas y solucionarlos de la forma más eficaz para el paciente.
Tipos de complicaciones
Las dificultades que pueden aparecer alrededor del uso de un implante resultan muy variadas, ya que es posible que aparezcan en el ámbito biológico, técnico o estético. «Las complicaciones biológicas son las que tienen que ver con el estado de los tejidos que rodean a dicho implante, siendo la pérdida de la integración de éste la principal de ellas. Por otro lado, las complicaciones técnicas están relacionadas con la rehabilitación protésica e incluye el aflojamiento de tornillos, la fractura de la porcelana, la fractura de los componentes protésicos, el posible mal ajuste de las estructuras, etc. Y, por último, los problemas estéticos están relacionados con una incorrecta planificación del caso que impiden conseguir el resultado final esperado», enumera el Dr. Guerrero.
Infecciones tempranas: son una de las complicación más frecuentes, aunque únicamente «afectan a entre un 1 y un 2% de los implantes, pero llega hasta el 6% de los pacientes, porque muchas personas reciben múltiples implantes y tienen por tanto mayor riesgo de infección. La mayoría de infecciones se diagnostican en el primer mes tras la colocación de los implantes y reducen a la mitad el porcentaje de éxito, porque aunque no se pierden todos los implantes, con frecuencia producen pérdida de hueso periimplantario. La buena preparación del paciente y el uso de profilaxis antibiótica reduce el riesgo de infección», detalla el Dr. Valmaseda, quien adelanta que, tras estudiar este tema en profundidad, su equipo de investigación de la Universidad de Barcelona y el grupo de investigación de Idibell publicarán un artículo en el «Journal of Periodontology» sobre este asunto.
- Infecciones tempranas: son una de las complicación más frecuentes, aunque únicamente «afectan a entre un 1 y un 2% de los implantes, pero llega hasta el 6% de los pacientes, porque muchas personas reciben múltiples implantes y tienen por tanto mayor riesgo de infección. La mayoría de infecciones se diagnostican en el primer mes tras la colocación de los implantes y reducen a la mitad el porcentaje de éxito, porque aunque no se pierden todos los implantes, con frecuencia producen pérdida de hueso periimplantario. La buena preparación del paciente y el uso de profilaxis antibiótica reduce el riesgo de infección», detalla el Dr. Valmaseda, quien adelanta que, tras estudiar este tema en profundidad, su equipo de investigación de la Universidad de Barcelona y el grupo de investigación de Idibell publicarán un artículo en el «Journal of Periodontology» sobre este asunto.
- Enfermedades periimplantarias: La periimplantitis se define como un proceso inflamatorio que afecta a los tejidos que rodean a un implante dental y que ocasiona una pérdida del soporte óseo en el que se ha integrado. Si el problema inflamatorio afecta únicamente a los tejidos blandos, se denomina mucositis periimplantaria (sin pérdida ósea), pero si no se trata a tiempo puede originar una periimplantitis (inflamación con pérdida ósea). Según un estudio trasversal de la Universidad de Barcelona publicado en el año 2012, la periimplantitis podría afectar hasta un 20% de los pacientes portadores de implantes, y la mucositis hasta un 45%. «Por tanto, con estos datos en la mano, es obvio que se trata de un problema que hay que abordar», asegura el Dr. Valmaseda. Y en este sentido también se sitúa el Dr. Guerrero, quien asegura que «en términos de salud, las principales complicaciones que están apareciendo alrededor de los implantes son las enfermedades periimplantarias». Y prueba de ello es que SEPA publicará en los próximos meses un estudio epidemiológico sobre las enfermedades periimplantarias en España, «que nos aportará bastante consistencia a la hora de cuantificar su prevalencia con rigor para poder tomar decisiones dirigidas hacia la generación de programas de promoción de salud periimplantaria. SEPA invertirá recursos para mejorar la formación, la divulgación y la aplicación clínica de los conocimientos para que los equipos odontológicos promocionen la prevención de las enfermedades periimplantarias, tremendamente frecuentes en la práctica clínica diaria y que, en ausencia de tratamiento, pueden dar lugar a la pérdida del implante», avanza el Dr. Guerrero.
- Complicaciones mecánicas: como fracturas o aflojamientos de tornillos, prótesis o implantes. «Para prevenirlas es fundamental seguir un protocolo de diagnóstico y tratamiento y contar con un buen laboratorio de prótesis», explica el Dr. Valmaseda.
- Lesiones nerviosas: una complicación infrecuente pero muy angustiosa para los pacientes y con mucha repercusión legal son las lesiones nerviosas y el dolor neuropático tras la colocación de implantes. «Este año hemos publicado un artículo en Gerodontology en el que estimamos el riesgo de ambas complicaciones en menos del 1,3%. Son, pues, muy infrecuentes, pero hay que prevenirlas y eso es posible, por un lado, en el caso de las lesiones nerviosas, mediante un buen diagnóstico y una actuación cautelosa, y las lesiones neuropáticas, conociendo el perfil de pacientes, generalmente mujeres mayores de 60 años», advierte el presidente de SECIB. Tal y como detalla el Dr. Velasco, las complicaciones de los implantes dentales pueden clasificarse en dos categorías, en función de si se producen de forma temprana o tardía:
- Tempranas: también conocidas como las complicaciones postoperatorias, suelen producirse por insuficiencia de la cantidad/calidad de hueso a la hora de colocar el implante y eso puede comprometer la estabilidad primaria de éste y, consecuentemente, el proceso de osteointegración.
- Tardías: son las que ocurren tras la carga del implante y una vez terminada la rehabilitación. Suelen producirse como resultado de una inflamación de los tejidos periimplantarios por mala higiene por parte del paciente, un mal mantenimiento o condiciones sistémicas adversas.
Causas multifactoriales
Buscar los porqués de estos fracasos no es sencillo, pues en la mayoría de ocasiones se suman factores muy diversos. «El fallo de un implante puede ser una causa multifactorial (condiciones sistémicas del paciente, mala higiene, no cumplimiento de las indicaciones del profesional, mala técnica quirúrgica/planteamiento). La razón más común para el fracaso de un implante es una técnica quirúrgica no cuidadosa que provoca desajustes inmediatos y la mala higiene del paciente que puede provocar mucositis y periimplantitis. De hecho, el mantenimiento de los implantes constituye todavía un reto importante para el profesional y para el paciente», advierte el presidente de la SEI. Por otro lado, el factor de riesgo principal para las complicaciones mecánicas es el bruxismo, especialmente si los dientes del maxilar opuesto son dientes propios o prótesis fija. «En cambio, para las complicaciones biológicas (infecciones y patología periimplantaria) el tabaco es un factor de riesgo demostrado. Y también lo son las bolsas residuales profundas. Un factor decisivo para el mantenimiento del hueso periimplantario a largo plazo, y por tanto, para que los implantes sean un éxito, es que el paciente esté bien preparado antes de la cirugía. Hay que abordar cualquier enfermedad sistémica previamente. No olvidemos que somos profesionales de la salud y que, por tanto, debemos promoverla y potenciarla, y entre otras cosas, debemos ayudar al diagnóstico y al tratamiento de cualquier enfermedad que el paciente presente y que pueda comprometer o no sus implantes», explica el Dr. Valmaseda, quien añade que «en lo que se refiere a la colocación de implantes, hay que preparar al paciente adecuadamente. Para ello es preciso tratar caries o enfermedad periodontal e instaurar una buena higiene. Sin ella, el riesgo de fracaso aumenta. También es preciso un buen diagnóstico, que se basa en una correcta historia clínica acompañada de las pruebas complementarias pertinentes». Por último, el otro factor clave que apunta el presidente de SECIB es el mantenimiento, pues los pacientes que siguen un mantenimiento adecuado, con revisiones e higienes periódicas, tienen mejor salud periimplantaria y menor pérdida ósea alrededor de los implantes.
En esta misma línea se sitúa el Dr. Guerrero, quien aconseja que los pacientes sigan un cuidadoso programa de mantenimiento para identificar problemas potenciales: «Uno de los principales indicadores de posible pérdida del implante futuro es la pérdida ósea marginal como consecuencia de una enfermedad periimplantaria. La exploración de una posible periimplantitis se debe realizar mediante el uso de una sonda periodontal, y se confirma su diagnóstico si se identifican bolsas mayores de 6mm que presenten sangrado y/o supuración. La buena noticia es que, si una periimplantitis se detecta a tiempo, se puede tratar de manera adecuada deteniendo la pérdida ósea y manteniendo el implante libre de infección», explica el Dr. Guerrero.
Además, los expertos coinciden en apuntar a la formación del profesional como un punto clave en el buen manejo de la implantología actual. «Más allá del material utilizado, lo que cada vez resulta más determinante, es la formación del profesional y la correcta toma de decisiones para llevar a cabo la técnica indicada en cada caso», destaca el Dr. Guerrero.
Procedimiento a seguir
Realmente el fracaso de un implante no representa ninguna consecuencia importante para la salud del paciente desde un punto de vista médico. «El fracaso de un implante puede provocar un disgusto en el paciente, pero nada más. De hecho, la mayoría de los posibles fracasos son solucionados posteriormente con la inserción de un nuevo implante», asegura el presidente de SEI, quien añade que «psicológicamente, la pérdida de un implante puede resultar una experiencia algo negativa para el paciente, aunque clínicamente no tenga una repercusión habitualmente importante».
Por ello, en cualquier caso, el procedimiento a seguir cuando fracasa un implante debe comenzar con la identificación del fallo (infecciosa, traumática o por una incorrecta técnica quirúrgica). Los siguientes pasos dependerán del origen de la complicación. «Si se produce una falta de osteointegración, es preciso retirar el implante cuanto antes, mientras que, si aparece una infección, hay que tratarla cuanto antes con antibióticos, si bien en la mayoría de ocasiones hay que hacer un desbridamiento quirúrgico. Por el contrario, si existe un problema mecánico, a menos que sea una fractura del implante, que por otra parte son extremadamente raras, se suele poder solucionar cambiando el componente o reparando la prótesis», afirma el Dr. Valmaseda, quien añade que «cuando se detecta una enfermedad periimplantaria (ya sea mucositis o periimplantitis), hay que abordarla con un tratamiento básico no quirúrgico y eventualmente con un tratamiento quirúrgico, ya sea resectivo (reducir la bolsa periimplantaria), regenerativo o combinado. Todo ello seguido de un mantenimiento a largo plazo. Si dicha enfermedad periimplantaria está muy avanzada, con una pérdida de más de la mitad de la longitud del implante, la retirada del implante parece una mejor opción».
Por último, cuando la complicación está relacionada con lesiones nerviosas, el procedimiento a seguir tiene dos caminos fundamentales: «Si se detectan inmediatamente después de colocar el implante, hay que retirarlo cuanto antes, pero si la evolución es mayor y el implante está osteointegrado, puede ser peor la retirada. En todo caso estos pacientes deben ser tratados por un odontólogo con conocimientos en tratamiento del dolor crónico», advierte el presidente de SECIB.
Avances técnicos
Con el fin de evitar posibles fracasos, la tecnología es un buen aliado para la implantología. De hecho, los expertos aseguran que existe un esfuerzo continuado de investigación para encontrar configuraciones de implantes que tengan una mejor estabilidad inicial, superficies que consigan osteointegrarse con mayor rapidez y seguridad y materiales que permitan fabricar implantes más cortos, delgados y resistentes, para adaptarse a las deficiencias óseas. «También en el campo de los materiales de regeneración se hacen avances y se consiguen materiales más fiables y biocompatibles. El avance de las técnicas de imagen, el flujo digital, la cirugía guiada y la cirugía con navegación también han visto notables avances. Todo ello contribuirá seguramente a hacer el tratamiento más seguro y predecible, al tiempo que menos traumático», avanza el Dr. Valmaseda, quien recuerda que «se han desarrollado dispositivos para descontaminar la superficie de los implantes, como aerosoles abrasivos o descontaminantes, sistemas de pulido, terapia fotodinámica, etc. Sin embargo, la mayoría de estos tratamientos aún tienen insuficientes datos científicos para poder recomendar con seguridad que su uso aporte un beneficio clínico real. Nuestro equipo está trabajando en ellos, como otros muchos equipos de investigación en todo el mundo, y estoy convencido de que en el futuro veremos avances sustanciales en este campo».
A todo ello se suma, además, la revolución tecnológica que suponen las nuevas tecnologías informáticas asociadas a la odontología, «que permiten una planificación mucho más precisa a través de software informático especializado y exámenes de tomografía de haz cónico que posibilitan calcular con gran exactitud el correcto posicionamiento de los implantes no solo respetando estructuras anatómicas importantes, sino también favoreciendo y facilitando la construcción de estructuras protésicas mejor adaptadas y más estéticas», confirma Velasco.
Un reto para la profesión
Con todos estos datos sobre la mesa, parece obvio que el posible fracaso de un implante se haya convertido en uno de los principales retos para los profesionales. «Los implantes dentales no son un fin, sino una solución terapéutica para ayudar a aquellos pacientes en los que sea indicada esta alternativa. Como afirma el profesor Jan Lindhe, un implante dental es una buena opción para reponer un diente ausente, y no para extraer y substituir un diente natural restaurable por medios más sencillos y menos costosos. A mi juicio, el buen profesional es el que aplica estos criterios de rigor científico e integridad ética al tratamiento diario de sus pacientes», asegura el Dr. Guerrero, quien añade que «estoy convencido de que en nuestro país la mayoría de los profesionales actúan de esta manera, rigurosa y ética. Debemos hacer un esfuerzo con las nuevas generaciones de profesionales para seguir inculcándoles estos valores y para que usen la terapéutica de implantes de manera razonable y proporcional en el contexto de una odontología integral». Y es aquí donde entra en juego el principal reto para los profesionales: el conocimiento. «El conocimiento de saber cómo actuar antes, durante y después de haber colocado un implante. El de incluir a los pacientes en programas de mantenimiento para detectar de manera precoz las posibles complicaciones. Y el de saber actuar a tiempo y de manera razonable ante una complicación», asegura el presidente de SEPA. Y en esta línea coincide el presidente de SECIB, quien hace hincapié en que «en el campo de los implantes, la formación continua en técnicas quirúrgicas o prostodóncicas en ocasiones tiende a obviar las complicaciones y esto es un problema grave. Los odontólogos cada vez encontraremos más pacientes que han tenido problemas con sus implantes y necesitan solucionarlos. A esta situación nadie es ajeno, ni las consultas de odontología privadas ni los centros públicos de salud. Sin una formación adecuada en un campo que, además, es muy cambiante, no podremos atender a estos pacientes adecuadamente».
Es por ello, que las sociedades científicas se esfuerzan por realizar congresos, cursos, jornadas y reuniones específicas para abordar el manejo de los implantes y de sus crecientes complicaciones, pues se trata de un problema frecuente que el profesional está obligado a saber resolver con certeza.
Artículo de La Revista del Consejo General de Dentistas de España.